¿Se trata de “otra estúpida
película americana”? Todo apuntaba a que sí. Vaya por delante que un servidor se
declara como enfervorizado opositor de este tipo de cine, de las producciones
para el consumo de las masas adolescentes – y más aun de los “artistas” que en ellas se
enaltecen –, por no hablar de la molesta reacción subcutánea que me generan
este tipo de neomusicales cool; pero eso
no me obceca ni me impide ver, como en este caso, los motivos para la sorpresa que residen en Pitch Perfect (2012), y es por esto por
lo que no dispongo – a priori- de una respuesta taxativa para la cuestión
inicialmente formulada; para tratar de responderla me adentraré en las que yo
distingo como sus tres dimensiones simultáneas de significado: